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Después de setecientos años el laurel volverá a florecer |
“Después de setecientos años el laurel volverá a florecer sobre las cenizas de los mártires”.
¡La profecía se ha realizado!
Hace ya algunas decenas de años, algunos hombres se esforzaron en despertar los antiguos recuerdos de la Occitania, del catarismo occitano, sumidos en los meandros de la historia y del inconsciente colectivo.
Se asistía a un lento, pero ineludible, despertar de las conciencias. Algunos ideales unidos al catarismo emergían, a veces con gran estruendo, como el sonido de una trompeta, a veces de manera más discreta, más erudita. La época propiciaba los resurgimientos.
Encorvados por el peso del materialismo del final del siglo XX, los hombres invocaban las fuerzas reanimadoras desde las profundidades de su ser. El pasado salía a la superficie con sus vestigios y sus ruinas, sus lugares sublimes y sus emblemáticos personajes, y todas las preguntas seguían sin responderse, como lecciones no asimiladas. Por un lado, la iglesia de Roma afirmó su dominio sobre las conciencias y, por otro, la corona de Francia se engrandeció con varias y ricas provincias.
Se comprenderá perfectamente el malestar de los historiadores, tanto laicos como religiosos, obligados a admitir que la unidad y la gloria de la Iglesia y de Francia fueron obtenidas por medio de masacres y hogueras.
Tampoco es casual que, en nuestros días de profundo cuestionamiento y declive de las normas religiosas y éticas, muchos, en su búsqueda de nuevos valores y soluciones para los problemas fundamentales de nuestro tiempo, se interesen en este momento crucial de la historia y en la vida de estas comunidades espirituales cátaras, desaparecidas tan trágicamente.
Algunos incluso, inquietados hasta el alma por su tan extraordinario destino, buscan penetrar hasta su verdad y osan finalmente plantear la pregunta:
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