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¿Qué decir aún de Antonín Gadal?
Lo que más sorprendía a quienes le conocieron era su extremada modestia, su bondad, su paciencia, pero también la fe que tuvo siempre en el Espíritu Todopoderoso, la fe en la Religión del Amor que vio inspirar al catarismo.
Para unos, era el “Abuelo”, el “patriarca”, el nuevo “buen hombre”.
Para otros, era el “el buen maestro de Ussat, ese hombre delicioso que nos honraba con su amistad” (Pierre Durban).
“Digamos hasta qué punto la bella figura de Gadal –este nuevo buen hombre- marcará la actual llama del albigeísmo.”
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